Es un proyecto de largo plazo iniciado en el 2009, para crear el primer catálogo de personajes y obras de la revista martiana con acceso a biografías, imágenes, documentos originales; valoraciones sobre lo que de cada personaje dijo José Martí en su obra o sus relaciones con los que fueron sus contemporáneos. Se han compilado 282 personajes: 71 de ficción, de cuentos o de las mitologías cristiana, griega, romana, azteca, zapoteca y asiática; y 211 reales: escritores, pintores y escultores, músicos, militares y políticos, personalidades europeas e indias relacionadas con la conquista, y sus cronistas; patriotas y próceres, científicos, exploradores y muchos otros. Se han compilado unas 122 obras literarias, históricas, de artes plásticas o musicales. En esta sección trataremos 86 personajes y 31 obras del número de julio de 1889. Las citas a textos de La Edad de Oro se indican con el número de página en la edición facsimilar de la Editorial Letras Cubanas de 1979; a las Obras Completas (OC) o a su Edición Critica (OCEC) como volumen: páginas. En documentos y biografías insertaremos enlaces como ampliación. Esperamos que estudiantes, docentes e investigadores encuentren aquí los recursos para un acercamiento intructivo, fundamentado y ameno a La Edad de Oro. Si necesitan algo, escríbannos.
El pintor, escultor e ilustrador francés Gustave Doré (1832-1883) no se menciona en La Edad de Oro, pero nuestras investigaciones sobre la infografía de la revista revelaron que la portada tiene su base en una de sus obras. Se trata de una escultura de bronce conocida como “El espejo” del período 1875-1880, diseñada para la zarina María Féodorovna, esposa del zar Alejandro III de Rusia. La pieza se exhibe en el museo municipal de Bourg-en-Bresse en Francia. En la revista francesa Le Monde Illustré de marzo de 1882 se reprodujo un grabado de esta escultura que puede haber servido de base para la portada. Las obras de Gustavo Doré tienen un lugar especial en la crítica de arte martiana. En "Los acuarelistas franceses" en The Hour de Nueva York el 12 de junio de 1880 cierra así sus comentarios sobre la exhibición: “Para concluir, Gustave Doré envía una gema perfecta, un capricho que solo los conocedores pueden apreciar. Es lástima volar tan alto, porque tanta elevación solo puede ser comprendida por los que tienen miradas de largo alcance. La obra de Doré es una Ilustración de Molière, un panel cubierto con gran libertad, animado por vivientes pájaros de colores. A causa de su fuerza de color y sus espléndidos contrastes, pudiera ser tomado por una obra de Vereschaguin, ese ruso tan admirado. [OCEC 7:94] En 1882, en sus noticias sobre París, sus exposiciones y sus pintores en La Opinión Nacional de Caracas del 23 de marzo se refiere a “…una escultura de Gustavo Doré, esbelta, graciosa, osada, como todo lo que trabaja su cincel, o agrupa su lápiz maravilloso, que hace nacer en las láminas la yerba, y graba nubes”. [OCEC 11:112] y el 16 de mayo comenta: “Gustavo Doré, de mente boscosa, cincel altivo, dramática imaginación y fantasía soberbia, pasma en la Sala de Escultura con una obra de sus manos, esbelta y grandiosa: un vaso de bronce”. [OCEC 11:179] En su novela Lucía Jerez, uno de los volúmenes de rica encuadernación que ostenta la sala de la protagonista es “El Cuervo, de Edgar Poe […] desgarrador y fatídico, con láminas, de Gustavo Doré, que se llevan la mente por los espacios vagos en alas de caballos sin freno”. [OCEC 22:246] En las notas para su poema “Dadme una espada”: leemos “Dadme una espada/ De puño de Cellini: dadme un vaso/ De Gustavo Doré…” [OCEC 14:148]
El primer número de La Edad de Oro, de julio de 1889, abre con su presentación “A los niños que lean La Edad de Oro”. Junto a este texto puede verse una imagen, que a la vez funge de ilustración del sumario, a la cual Martí pone como pie “La Edad de Oro—Cuadro de Edward Magnus”. Se trata de una imagen de estilo romántico con dos niños como figuras centrales. Esas figuras infantiles en primer plano están complementadas por un fondo difuso en el que se pueden observar elementos de la naturaleza; un bosque que se difumina con el cielo y diversos elementos florales con los que juegan sus protagonistas. La imagen, al igual que otras ilustraciones figurativas que utilizó en sus sumarios, son una muestra del público objetivo al que estaba dirigida la revista y traducen de forma muy expresiva la ternura del amor filial y la candidez e inocencia de esta temprana etapa de la vida. Se trata de un grabado de la pintura titulada “Das Goldene Zeitalter” de 1839, creación de uno de los retratistas más destacados del Berlín de inicios de siglo XVII, el artista alemán Eduard Magnus (1799-1872). Con esta imagen Martí anticipa las intenciones de la revista que acaba de comenzar: “Lo que queremos es que los niños sean felices, como los hermanitos de nuestro grabado…” Salvador Arias en su indispensable libro para el conocimiento y estudio de La Edad de Oro: Un proyecto martiano esencial, comenta que esta imagen había aparecido en el número de diciembre de 1883 de La Ofrenda de Oro, revista de la cual Martí fue colaborador desde 1881. No hemos hallado otras referencias en el resto de la obra martiana.
Simón Bolívar (1783-1830), militar y político venezolano, Libertador de América, figura cimera de la independencia y la historia latinoamericana, es quien abre La Edad de Oro desde su primer artículo: "Tres héroes". Su reseña biográfica la acompaña un pequeño retrato tomado de alguna edición de textos de la historia americana. La imagen es sencilla pero la complementan imágenes verbales de gran potencia: “Bolívar era pequeño de cuerpo. Los ojos le relampagueaban, y las palabras se le salían de los labios. Parecía como si estuviera esperando siempre la hora de montar a caballo […] Libertó a Venezuela. Libertó a la Nueva Granada. Liberto al Ecuador. Libertó al Perú. Fundó una nación nueva, la nación de Bolivia. Ganó batallas sublimes con soldados descalzos y medio desnudos. Todo se estremecía y se llenaba de luz a su alrededor. Los generales peleaban a su lado con valor sobrenatural […] Jamás se peleó tanto, ni se peleó mejor, en el mundo por la libertad.” [4] La obra martiana está llena de referencias a Bolívar. Desde 1876 podemos ver su devoción cuando en El Federalista de México del 8 de diciembre transcribe su discurso al Congreso de Colombia del 3 de octubre de 1821, en un artículo anónimo que concluye: “Así dijo Bolívar, el hombre águila y rayo, el que abatió montes, humilló continentes, rindió pueblos y unió ríos. Así dijo Bolívar, hijo divino americano, cuando juró ante el Congreso de Colombia cumplir y hacer cumplir enérgicamente la Constitución”. [OCEC 2:294] En Patria del 4 de noviembre de 1893 leemos su emocionante discurso pronunciado en la velada de la Sociedad Literaria Hispanoamericana el 28 de octubre en honor a El Libertador, con palabras de reconocimiento a la importancia y la grandeza de Bolívar: “¡Así está Bolívar en el cielo de América, vigilante y ceñudo, sentado aún en la roca de crear, con el inca al lado y el haz de banderas a los pies; así está él, calzadas aún las botas de campaña, porque lo que él no dejó hecho, sin hacer está hasta hoy: porque Bolívar tiene que hacer en América todavía!” [OC 8:243]
José Francisco de San Martín y Matorras (1778-1850), militar y político argentino, es otra de las figuras más trascendentes de las guerras de independencia hispanoamericanas, que junto a Simón Bolívar, abre La Edad de Oro con "Tres héroes". Su reseña biográfica la acompaña un pequeño retrato tomado de alguna edición de textos de la historia americana. La imagen es sencilla pero la complementan imágenes verbales de gran potencia: "San Martín fue el libertador del Sur, el padre de la República Argentina, el padre de Chile […] San Martín peleó muy bien en la batalla de Bailén, y lo hicieron teniente coronel […] Hablaba poco: su caballo iba y venía por el campo de pelea como el rayo por el aire. En cuanto supo que América peleaba para hacerse libre, vino a América […] donde estaba San Martín siguió siendo libre la América”. [5] La obra martiana está llena de referencias a este prócer americano de las cuales tomamos algunas a manera de ejemplos. En La América de Nueva York en abril de 1884 publica “Fiestas en Paris en honor del General San Martin”. [OCEC 19:117] En el discurso pronunciado en la velada artístico-literaria de la Sociedad Literaria Hispanoamericana, el 13 de diciembre de 1889, a la que asistieron los Delegados de la Conferencia Internacional Americana dice que: “…se ve a San Martín, allá sobre la nieve, cresta del monte y corona de la revolución, que va, envuelto en su capa de batalla, cruzando los Andes”. [OC 6:113] En 1891 aparece en Patria en enero “San Martin, el libertador de las tres repúblicas del Sur…” [OC 4:459] y en el Álbum de El Porvenir de Nueva York le dedica su más extenso artículo a aquel que: "montó en Cuyo el ejército libertador, pasó los Andes para amanecer en Chacabuco; de Chile, libre a su espada, fue por Maipu a redimir el Perú; se alzó protector en Lima, con uniforme de palmas de oro; salió, vencido por sí mismo, al paso de Bolivar avasallador; retrocedió; abdicó; pasó, solo, por Buenos Aires; murió en Francia, con su hija de la mano, en una casita llena de luz y flores". [OC 8:225]
Miguel Gregorio Antonio Ignacio Hidalgo y Costilla ( 1753-1811 ), sacerdote y militar de la Guerra de Independencia de México, abre La Edad de Oro con "Tres héroes": "México tenía mujeres y hombres valerosos que no eran muchos, pero valían por muchos: media docena de hombre; y una mujer preparaban el modo de hacer libre a su país. Eran unos cuantos jóvenes valientes, el esposo de una mujer liberal, y […] el señor cura del pueblo de Dolores […] El cura montó a caballo con todo su pueblo […] Entró triunfante en Celaya […] y empezó un pueblo a nacer. El fabricó lanzas y granadas de mano. El dijo discursos que dan calor y echan chispas [...] El declaró libres a los negros. El les devolvió sus tierras a los indios. El publicó un periódico que llamó El Despertador Americano. Ganó y perdió batallas”. [5] El retrato de Hidalgo es una litografía reproducida en la obra Historia de Méjico del historiador y político mexicano Lucas Alamán. Ofrece una descripción visual muy simple que Martí complementa con la narrativa de sus hazañas y la cruda descripción de su heroica muerte por un México libre: “A Hidalgo le quitaron uno a uno, como para ofenderlo, los vestidos de sacerdote. Lo sacaron detrás de una tapia, y le dispararon los tiros de muerte a la cabeza. Cayó vivo, revuelto en la sangre, y en el suelo lo acabaron de matar. Le cortaron la cabeza y la colgaron en una jaula, en la Alhóndiga misma de Granaditas, donde tuvo su gobierno. Enterraron los cadáveres descabezados. Pero México es libre." [5] En la obra martiana hay varias referencias. En la Revista Universal de México en mayo de 1875, habla del “…inmortal Miguel Hidalgo y Costilla” [OCEC 2: 40] que "fue de esa familia de hombres que sacuden al aire una bandera, miran de frente al sol, y al sol arrancan luz para su gloria, y al aire arrancan el secreto de la independencia de un país”. [OCEC 2:36] En “Patria y Libertad”, su Drama Indio escrito en Guatemala, leemos: “Soy de Hidalgo la voz; soy la mirada/ Ardiente de Bolívar: soy el rayo/ De la eterna justicia, en que abrasada/ América renace,/ Desde las fuentes en que el Bravo nace/ Hasta el desierto bosque paraguayo! [OCEC 5: 121-122]
Este personaje se menciona de manera indirecta en La Edad de Oro en la reseña del Libertador Simón Bolívar, cuando Martí cuenta: "Ese fue el mérito de Bolívar, que no se cansó de pelear por la libertad de Venezuela cuando parecía que Venezuela se cansaba. Lo habían derrotado los españoles: lo habían echado del país. Él se fue a una isla, a ver su tierra de cerca, a pensar en su tierra. Un negro generoso lo ayudó cuando ya no lo quería ayudar nadie”. Se refiere al militar y político haitiano Alexandre Sabès Pétion. En el capítulo XIX de la Correspondencia general del libertador Simón Bolívar de Felipe Larrazábal (1865) leemos que recibió por primera vez en Haití a Simón Bolívar, el 2 de enero de 1816 y le ofreció su colaboración en la expedición que iba a preparar en Los Cayos, poniendo a su disposición armas y dinero. Además permitió que ciudadanos haitianos se alistasen en la expedición. Como precio de sus servicios pidió sólo que proclamara la abolición de la esclavitud en todas las tierras que hiciera libres. Y así fue, en Margarita, Carúpano y Ocumare de la Costa proclamó la abolición de la esclavitud en Venezuela. Derrotado en Ocumare y rechazado en Güiria por sus compañeros de armas, Bolívar recibió por segunda vez la generosa ayuda de Petión, para emprender su segunda expedición que salió del puerto de Jacmel el 18 de diciembre de 1816. Todos los patriotas hispanoamericanos que, desde el destierro, pensaban reanudar la lucha por la liberación de su país, encontraron el apoyo y la ayuda más decidida de Petión. En los Fragmentos de Martí encontramos esta nota de reconocimiento: "La libertad de la América del Sur fue cierta porque a Bolívar lo protegió Pétion en un momento oportuno. Pétion era Presidente de Haití. -V. es para mi más que un Presidente". [OC22:108]
En la reseña biográfica de Miguel Hidalgo, Martí narra que "Un traidor le dijo a un comandante español que los amigos de Querétaro trataban de hacer a México libre". [5] Se trata de Ignacio de Elizondo y Villarreal (1766 -1813) un coronel español que ha pasado a la historia como el traidor contra los líderes del movimiento insurgente de Qurétaro por la independencia de México. El 21 de marzo de 1811 en el paraje denominado Acatita de Baján, las fuerzas insurgentes que esperaban ser recibidas amigablemente por Ignacio Elizondo, son traicionadas y entregadas. Ochocientos insurgentes, entre los primeros el cura Hidalgo, fueron hechos prisioneros y fusilados en distintas fechas.
El militar español, también comerciante, agricultor y empresario, Joaquín de Mier y Benítez (1568-1648) se menciona de manera indirecta en “Tres héroes” cuando Martí concluye la reseña biográfica de El Libertador: "...Bolivar murió de pesar del corazón, más que de mal del cuerpo, en la casa de un español en Santa Marta…” [4] La casa es la Quinta de San Pedro Alejandrino una hacienda en esta localidad colombiana, que se muestra en la imagen y hoy es el Museo Bolivariano. Siendo Capitán del Regimiento de Infantería de Santa Marta, cuando la ciudad fue tomada por las tropas libertadoras en 1820, hizo suya la causa de la independencia. No hallamos referencias en la obra martiana.
El político, abogado y patriota mexicano Miguel Ramón Sebastián Domínguez Alemán (1756-1830) no se nombra directamente en La Edad de Oro sino que aparece como una referencia indirecta en la reseña biográfica de Miguel Hidalgo, cuando en el artículo “Tres héroes”, Martí narra: "México tenía mujeres y hombres valerosos que no eran muchos, pero valían por muchos: media docena de hombres y una mujer preparaban el modo de hacer libre a su país. Eran unos cuantos jóvenes valientes, el esposo de una mujer liberal, y un cura de pueblo que quería mucho a los indios." [4] Al decir "el esposo de una mujer liberal" se refiere Martí tanto a Miguel Domínguez, como a su esposa Josefa Ortiz de Domínguez quienes participaban juntos en la conspiración de Querétaro encabezada por el cura Miguel Hidalgo. Este personaje no cuenta con ninguna otra referencia en la obra martiana conocida.
Josefa Ortiz de Domínguez (1768-1829) Mexicana participante en la conspiración de Querétaro Este personaje no se nombra directamente en La Edad de Oro sino que aparece como una referencia indirecta, cuando en el artículo Tres héroes, leemos: "México tenía mujeres y hombres valerosos que no eran muchos, pero valían por muchos: media docena de hombres y una mujer preparaban el modo de hacer libre a su país. Eran unos cuantos jóvenes valientes, el esposo de una mujer liberal, y un cura de pueblo que quería mucho a los indios". [4] La mujer que participaba en el modo de hacer libre a su país a la cual se refiere Martí es Josefa Ortiz de Domínguez, esposa del también conspirador José Miguel Domínguez Trujillo -corregidor de Querétaro. La historia recoge la participación de ambos en la conspiración cuyo propósito era idear una estrategia para liberarse de las autoridades españolas que habían gobernado México por siglos y que estuvo encabezada por el cura Miguel Hidalgo. Este personaje no cuenta con otras referencias en la obra martiana.
Ignacio José de Allende y Unzaga ( 1769-1811), militar mexicano, se destacó como uno de los caudillos principales de la primera etapa de la Guerra de Independencia de México. Junto con MIguel HIdalgo dirigió el movimiento independentista, destacándose por su pericia y entrenamiento militar. Martí menciona a este personaje en "Tres héroes", al decir: “Su compañero Allende tuvo celos de él, y él le cedió el mando a Allende.” [5] Así, en su exaltación de la figura de Hidalgo, Martí aboga por la grandeza del cura en su relación con su compañero de lucha, donde los historiadores coinciden en que no faltaron desavenencias y contradicciones. Las notas históricas plantean que Allende e Hidalgo no se entendieron en el campo de batalla. El 17 de enero de 1811 se libró la batalla del Puente de Calderón, que tuvo como resultado la derrota de las fuerzas insurgentes. Esto ocasionó un giro dentro de las decisiones del campamento militar insurrecto, que llevaron a la designación de generalísimo a Ignacio Allende, quien depuso del mando a Hidalgo, aunque tal destitución no se hizo pública, y se aparentó que el sacerdote de Dolores mantenía el poder. Hay una referencia en la obra martiana comentando: "No se sabe lo cierto sobre el lugar donde reposan los restos de [...] Allende..." [OCEC 2:44]
Napoleón Bonaparte (1769-1821), el militar y político francés, se menciona en La Edad de Oro en "Tres héroes", en el contexto de la biografía de José de San Martín: “Cuando Napoleón entró en España con su ejército, para quitarles a los españoles la libertad, los españoles todos pelearon contra Napoleón: pelearon los viejos, las mujeres, los niños; un niño valiente, un catalancito, hizo huir una noche a una compañía, disparándole tiros y mas tiros desde un rincón del monte: al niño lo encontraron muerto, muerto de hambre y de frío; pero tenía en la cara como una luz, y sonreía, como si estuviese contento…” [5] El tema de la muerte, que Martí trata con toda naturalidad en su revista, se ejemplifica aqui con la muerte hermosa de un niño héroe. Napoleón tiene otra aparción en La Edad de Oro. En "La Exposición de París" al hacer referencia a la Revolución Francesa como centro de la celebración, lo menciona indirectamente al decir: “Vino a Paris un hombre atrevido y ambicioso, vio que los franceses vivían sin unión, y cuando llegó de ganarles todas las batallas a los enemigos, mandó que lo llamasen emperador, y gobernó a Francia como un tirano". [67] Más adelante, en el mismo artículo, hará una referencia directa al mencionar “… la sepultura de piedra de Napoleón, rodeada de banderas rotas…” [80] Hay varias referencias a este personaje en la obra martiana. En su visita al Museo Metropolitano señala entre las obras dignas de admiración "...el Napoleón, de Delaroche..." [OCEC 7:39] que tomamos como imagen de nuestro catálogo.
Pablo Morillo y Morillo (1778-1837) militar y marino español, cuya figura histórica es objeto de controversias entre españoles y americanos dada su participación, durante las guerras de independencia hispanoamericanas como comandante del ejército durante las guerras de independencia de Venezuela y Colombia. Este personaje –conocido como El Pacificador– aparece en “Tres héroes” como parte de la reseña del General José de San Martín. En la narración de Martí conocemos a este militar, acérrimo enemigo de Simón Bolívar, cuando a manera de resumen dice: "En los otros pueblos de América los españoles iban venciendo: a Bolívar lo había echado Morillo el cruel de Venezuela..." [6] La información histórica que encontramos sobre este militar español justifica el apelativo de "cruel" que Martí emplea en La Edad de Oro. Hay algunas referencias al personaje en el resto de la obra martiana. En sus fragmentos lo menciona como “el infame Morillo” [OC 22:28]
Bernardo O'Higgins Riquelme (1778-1842), político y militar chileno, aparece en "Tres héroes" como parte de la reseña biográfica del General José de San Martín, cuando Martí dice: "En los otros pueblos de América los españoles iban venciendo: a Bolívar lo había echado Morillo el cruel de Venezuela: Hidalgo estaba muerto: O’Higgins salió huyendo de Chile: pero donde estaba San Martín siguió siendo libre la América." [6] En La América de Nueva York, en febrero de 1884, en su artículo sobre el libro Los recuerdos de un octogenario (Recollections of an Octogenarian) del abogado, escritor y político estadounidense Henry Wayland Hill se refiere a O’Higgins como "...patriota sincero, soldado bravo, hombre amable, sensible y fidedigno..." [OC 8:316] En el Álbum de El Porvenir de Nueva York en 1891, donde dedica un extenso artículo a San Martín aparecen varias referencias a Bernardo O'Higgins. [OC 8:225-233]
Mercedes Tomasa San Martín y Escalada (1816- 1875) hija del General José de San Martín con María de los Remedios de Escalada aparece como personaje secundario en "Tres héroes" dentro de la reseña biográfica que Martí dedica a su padre: "Se fue a Europa triste, y murió en brazos de su hija Mercedes." [6]. María de los Remedios abrazó junto a su esposo la causa de la independencia americana pero su delicada salud provocó su muerte prematura dejando huérfana a la pequeña Mercedes con apenas siete años de edad. San Martín permaneció solo con su hija, quien estaría a su lado hasta el día de su muerte. No hemos hallado otras referencias en el resto de la obra martiana.
Francisco Pizarro González (1476-1541) el explorador y conquistador español del Perú aparece en “Tres héroes” cuando en la reseña biográfica del General José de San Martín, Martí narra: "Le habían regalado el estandarte que el conquistador Pizarro trajo hace cuatro siglos, y él le regaló el estandarte en el testamento al Perú." [6] A pesar de su breve aparición queda catalogado al lado de los conquistadores, calificativo que también veremos en figuras como Hernán Cortés, Diego Velázquez, Fernández de Oviedo o Bernal Díaz del Castillo a lo largo de La Edad de Oro con un claro propósito de denunciar a los responsables del genocidio colonialista. Hay varias referencias en el resto de la obra martiana que muestran el carácter taimado de este personaje. En el discurso pronunciado en la velada artístico-literaria de la Sociedad Literaria Hispanoamericana, en diciembre de 1889, decía: “Por entre las divisiones y celos de la gente india adelanta en América el conquistador […] por entre los de Atahualpa y los de Huáscar pasa Pizarro en el Perú: en el pecho del último indio valeroso clavan, a la luz de los templos incendiados, el estandarte rojo del Santo Oficio” [OC 6:136] En sus fragmentos hay una anotación que dice: “El espíritu de Pizarro es el espíritu español. Leo en Motley” y a continuación un pasaje en inglés que narra el engaño de Pizarro en 1532, que prometió liberar al soberano inca Atahualpa por una suma de oro que le fue entregada y después lo estranguló. Está tomado del Capítulo VIII II del libro The Rise of the Dutch Republic del historiador y diplomático estadounidense John Lothrop Motley.
El escritor y jurista francés Édouard René Lefèvre de Laboulaye (1811-1883) es el autor del cuento "Poucinet" que publicó su cuento en su libro Contes bleus en París, del cual hallamos una versión ilustrada de 1880. Martí tradujo y adaptó este cuento para crear “Meñique”. Las referencias sobre el personaje en la obra martiana están relacionadas con la vida política y literaria francesa. En fecha tan temprana como mayo de 1875, ya hablaba de él en la Revista Universalde México: “Después de la sesión trascendental en que se envolvía la situación futura de Francia, y en que a un punto tal de cordura llevó los ánimos la palabra a la par viva y práctica de Laboulaye..." [OCEC3: 31] En un artículo en francés sobre la semana en París, escrito posiblemente en 1880, se refiere elogiosamente a los patronos de una fundación de una casa de retiro para artistas, y entre "...los generosos artistas, los esclarecidos hombres de letras..." [OCEC 7:368] se encuentra Laboulaye. Lo menciona varias veces entre los franceses participantes en la donación de la Estatua de la Libertad a los Estados Unidos, como vemos en sus noticias de Francia desde La Opinión Nacional de Caracas, en noviembre de 1881: “En la tarde del día 24, distinguidos americanos y franceses se reunían en el taller de M. Gaget Gauthier, y oían las palabras profundas de Laboulaye, el francés que ama a América, y veían al Ministro de los Estados Unidos clavar solemnemente el primero de los clavos que remata la piedra primera de las planchas que ha de unir a su pedestal de dura piedra la majestuosa estatua..." [OCEC 10:122] Laboulaye era una figura importante en el mundo político y literario francés, hombre de ideas progresistas con una clara proyección a favor de las causas anticoloniales cubana y puertorriqueña, patente en su prólogo de Las reformas en las islas de Cuba y Puerto Rico (1868) del político y patriota cubano Porfirio Valiente y Cuevas. Además, era un creador de narraciones infantiles originales y a la vez profundamente filosóficas, donde Martí pudo ahondar en sus ideas sobre la desigualdad social, la decadencia de las monarquías, los tipos humanos y sus conceptos de la vida.
Juancito a quien todos llaman Meñique es el protagonista del cuento de igual nombre que como nos dice Martí es una historia “del francés, de Laboulaye”. [7] El cuento francés que traduce y adapta se llama “Poucinet” o Pulgarcito. Martí sustituyó en el título el nombre del dedo, bien fuera por no repetir la alusión al pulgar presente en otras versiones de cuentos infantiles o simplemente –con toda razón– porque el dedo meñique es el más pequeño de la mano. Filosóficamente, el cuento muestra tres actitudes diferentes ante la vida en sus tres personajes principales: Meñique y sus dos hermanos: Pedro y Pablo. Sus cualidades físicas están en plena concordancia con sus cualidades morales, y su actuación y destino final en el cuento está en justa relación con lo que representan. Meñique está siempre activo, investigándolo todo y queriendo saber el porqué de todas las cosas. Su insaciable interés de conocimientos lo lleva a descubrir los elementos encantados que estaban “esperando por él”: el hacha, el pico (como mostramos en las imágenes tomadas de cuento original francés) y la cáscara de nuez, que le permiten vencer las pruebas impuestas por el siempre descontento rey. Se preocupa por sus hermanos cuando gana el favor del monarca, a pesar de la actitud negativa de éstos. Con su astucia vence al gigante y supera las pruebas de la princesa quien admirada accede al matrimonio. Sucedió a su suegro en el trono y se ganó el cariño y el respeto de la corte entera con su talento y su bondad. De acuerdo con las concepciones sobre los tipos humanos que aparecen en varias partes de la obra martiana, Meñique encarna el tipo generoso y desinteresado, el prototipo del héroe. Nuestro ensayo comparativo analiza como Martí maneja estos elementos para reforzar cualidades y actitudes que ayudan a definir más el personaje de acuerdo al tipo humano que representa, dándonos en el caso de Meñique una figura de más carácter y más segura de sí que el original de Laboulaye. La crítica a la monarquía y al poder que vuelve caprichosos y dictatoriales a los hombres es otro de los valores de la historia original que Marí refuerza en su adaptación.
Pedro es coprotagonista del cuento que lleva el nombre de su hermano: “Meñique”. Según Martí " Pedro era gordo y grande, de cara colorada, y de pocas entendederas”. [7] Ante el interés de Meñique de saberlo todo insiste en que no se esfuerce por gusto, que no vale la pena, pero no es despectivo con su pequeño hermano, si bien por su falta de criterio secunda a su hermano Pablo en sus groseras burlas. Sin embargo, en el fondo es un personaje noble, reconoce y se alegra de los éxitos de Meñique ante las pruebas del rey y habla muy bien de éste al monarca (como mostramos en la imágen tomada del cuento original francés). Cuando su hermano parte al bosque del gigante, él queda llorando, pero no es capaz de acompañarlo. Este hecho ocurre al inicio de la cuarta parte del cuento y es esta la última vez que se menciona a Pedro. Así acaba el personaje, no hay nada destacable al final de su vida en concordancia con su actitud pasiva e indiferente. De acuerdo a las concepciones de Martí sobre los tipos humanos Pedro tipifica al indiferente. Martí maneja estos elementos para reforzar cualidades y actitudes que ayudan a definir más al personaje, de acuerdo al tipo humano que representa. Cuando van camino al palacio Martí añade algo que no aparece en el cuento de Laboulaye al decir "...Pedro siempre contento..." [7] lo que refuerza su naturaleza despreocupada. Para más información remitimos a nuestro ensayo comparativo.
Pablo es el otro coprotagonista del cuento que lleva el nombre de su hermano: “Meñique”. Según Martí “Pablo era canijo y paliducho, lleno de envidias y de celos”. [3] Ante el afán de conocimientos de Meñique es despectivo y grosero. No reconoce sus éxitos al vencer las pruebas impuestas por el rey y es quien sugiere al deshonesto monarca que lo envíe a buscar al gigante, para de esta forma librarse desu hermano. Al inicio de la cuarta parte del cuento se menciona a este personaje que queda riendo cuando su hermano parte al bosque del gigante, y solo vuelve a aparecer al final de la séptima parte, yéndose al bosque para no ver ni oír la felicidad de su hermano menor. Su final es terrible en justa consecuencia con su actitud egoísta y envidiosa: se fue al bosque para no compartir la felicidad ajena y los osos se lo comieron, “en la noche oscura” añade Martí para mayor dramatismo. De acuerdo a las concepciones martianas sobre los tipos humanos Pablo tipifica al egoísta. Martí maneja los elementos del cuanto original para reforzar cualidades y actitudes que ayudan a definir más el personaje de acuerdo al tipo humano que representa. Cuando los tres hermanos van camino al palacio (la imágen tomads del cuento original francés los muestra bebiendo en el arroyo) , Martí añade algo que no aparece en el cuento de Laboulaye al decir "...Pablo hablándose solo..." [3] lo que refuerza su carácter individualista. Para más información remitimos al interesado a nuestro ensayo comparativo.
El nombre del pintor e ilustrador inglés Thomas Morten (1836-1866) no figura en La Edad de Oro, pero su firma en el margen inferior izquierdo de la segunda ilustración del cuento "Meñique" delata su presencia. Las investigaciones sobre las ilustraciones de La Edad de Oro revelan que las dos figuras de este cuento fueron tomadas por Martí de alguna edición anterior a 1889 de los Viajes de Gulliver del escritor satírico irlandés Jonathan Swift ilustrada por Morten. Los viajes de Gulliver son una mezcla de relato de viaje y narración fantástica donde el protagonista Lemuel Gulliver cuenta las aventuras de sus viajes a destinos extraordinarios, entre ellos Brobdingnag el país de los gigantes. Desde su aparición en 1726 al presente la obra ha tenido múltiples reediciones. Los grabados de Morten para la obra de Swift han sido considerados como extraordinarios. La imagen donde el aventurero Lemuel Gulliver conversa con el gigantesco soberano de Brobdingnag sirvió a Martí para ilustrar el encuentro de Meñique con el gigante del bosque y la moraleja del cuento respecto a lo fútil del tamaño cuando no se poseen atributos realmente valiosos como la inteligencia y la bondad. En la obra martiana no encontramos referencias a Morten pero si a Swift y sus personajes en sus noticias sobre Estados Unidos. En The Hour de Nueva York de octubre de 1880 menciona en un contexto de cultura “…la agudeza de Swift… [OCEC 7:150] En La América de Nueva York en octubre de 1883 al hablar de la locomotora dice: “…dijérase que los tiempos se han trocado, y que los liliputienses han venido a hacer visita a Gulliver." [OCEC 18:168] En La Nación de Buenos Aires de marzo de 1888 cuenta una anécdota en el museo donde se refiere a un hombre muy fornido y dice: “¡y eso que el hombre era de los que crían Illinois y Kansas, envidiables, magníficos, corpulentos, gulliveres a cuyo alrededor da vueltas, como población de hormigas, Liliput asombrado!” [OCEC 28:19]
El escritor y filósofo norteamericano Ralph Waldo Emerson (1803-1882), padre del trascendentalismo, se menciona en La Edad de Oro con el poema "Cada uno a su oficio. Fábula nueva del filósofo norte-americano Emerson” [16]. Se trata de un poema traducido y adaptado por Martí que lleva en el ágil diálogo de la montaña y la ardilla el orden de la Naturaleza. El poema martiano es una traducción y adaptación del poema de Emerson titulado "Fable" publicado en Poems en 1847. Emerson aparece también en "Músicos, poetas y pintores“ donde Martí toma partes del Capítulo III "Great young men" de Life and Labour del escocés Samuel Smiles de 1887 y traduce: "La verdad es -dice el norteamericano Emerson- que la verdadera novela del mundo está en la vida del hombre, y no hay fábula ni romance que recree más la imaginación que la historia de un hombre bravo que ha cumplido con su deber." [57] La obra martiana está llena de referencias que muestran su admiración por Emerson y la influencia de su pensamiento. Baste mencionar su ensayo "Emerson el gran filósofo americano ha muerto" publicado en La Opinión Nacional de Caracas el 19 de mayo de 1882 [OCEC 9:308] revelador de su valoración de este personaje, que tras un poético recorrido por toda su vida y su obra, concluye: “¡Anciano maravilloso, a tus pies dejo todo mi haz de palmas frescas, y mi espada de plata!” Existen importantes ensayos sobre Emerson y Martí en la Cátedra Suramericana de José Martí y los Anuarios del Centro de Estudios Martianos.
Homero (VIII a.C.) es el poeta y rapsoda griego antiguo a quien se le atribuye la autoría de las principales poesías épicas griegas la Ilíada y la Odisea. Martí abre “La Ilíada, de Homero” con notas históricas sobre el autor, sus obras y su época, entrando así en lo que se ha dado en llamar "la cuestión homérica": “Otros dicen que no hubo Homero, sino que el poema lo fueron componiendo diferentes cantores. Pero no parece que pueda haber trabajo de muchos en un poema donde no cambia el modo de hablar, ni el de pensar, ni el de hacer los versos, y donde desde el principio hasta el fin se ve tan claro el carácter de cada personaje que puede decirse quien es por lo que dice o hace, sin necesidad de verle el nombre. Ni es fácil que un mismo pueblo tenga muchos poetas que compongan los versos con tanto sentido y música como los de la Ilíada, sin palabras que falten o sobren; ni que todos los diferentes cantores tuvieran el juicio y la grandeza de Homero, donde parece que es un padre el que habla”. [17] Sus criterios coinciden con los de la erudición contemporánea, explicada por el ensayista, crítico literario e investigador cubano Enrique Saínz. En la obra martiana hay varias referencias a Homero y sus obras. En La Opinión Nacional, en marzo de 1882 leemos: “Ahora se ha descubierto en un monasterio ateniense un papyrus escrito el 358 antes de Jesucristo, que contiene uno de los más bellos trozos de ese poema gigantesco de que ninguna traducción puede dar idea: La Ilíada. La majestad de aquella poesía está en los hechos que canta, y en la sencillez con que los relata. En lo que inventa, se ve a Júpiter. En lo que narra, la hazaña parece mayor por la manera de contarla”. [OCEC 12:249] De su interés por La Ilíada dan fe la reproducción de partes del poema en sus apuntes y sus frecuentes y elogiosas citas [OCEC 13:75] como la que acompaña nuestra imagen, tomada de la fuente gráfica que Martí utilizó para ilustrar su artículo.
El historiador y geógrafo griego Herodoto (484-425 a.C.) se menciona en “La Ilíada, de Homero” en un párrafo descriptivo de la obra: “Todo lo que se sabe de los primeros tiempos de los griegos, está en la Ilíada. Llamaban rapsodas en Grecia a los cantores que iban de pueblo en pueblo, cantando la Ilíada y la Odisea, que es otro poema donde Homero cuenta la vuelta de Ulises. Y más poemas parece que compuso Homero, pero otros dicen que ésos no son suyos, aunque el griego Herodoto, que recogió todas las historias de su tiempo, trae noticias de ellos, y muchos versos sueltos, en la vida de Homero que escribió, que es la mejor de las ocho que hay escritas, sin que se sepa de cierto si Herodoto la escribió de veras, o si no la contó muy de prisa y sin pensar, como solía él escribir. [20-21] Alude Martí a Los nueve libros de la historia, la primera obra historiográfica griega que ha llegado íntegra al presente. En los apuntes de Marí y en sus Antigüedades Griegas hay menciones al personaje. En La Opinión Nacional de Caracas en mayo de 1882, en su crítica al libro El viaje de La Vega del viajero sueco el barón Nordenskjold, hace su juicio sobre este alabado y cuestionado historiador con esta comparación: "Allí está cuanto hoy puede saberse de la historia, la geografía, las producciones naturales, el clima, los paisajes, los habitantes de la costa de Siberia, y todo con riqueza de detalles, y con informes tan cuidadosos que no hacen por cierto semejante el libro a aquella maravillosa y romancesca historia de los viajes de Herodoto. Herodoto contaba lo que le decían, y Nordenskjold cuenta lo que ha visto". [OCEC 13:63]
El poeta, dramaturgo y traductor inglés George Chapman (1559-1634) se menciona en La Edad de Oro cuando Martí, en la Ilíada de Homero, recomienda la lectura de algunas versiones de esta obra y dice: “En inglés hay muy buenas traducciones, y el que sepa inglés debe leer la Ilíada de Chapman...” [21] A Chapman como traductor –quien tenía un gran conocimiento del griego– se le deben varias versiones de poetas griegos y latinos. En 1598 emprendió la traducción de La Ilíada, que completó en 1612 y apareció en 1616 junto a La Odisea en el libro The whole works of Homer, como la primera traducción completa al inglés de las obras de Homero, que tuvo sucesivas reediciones. La traducción de Chapman se ha considerado por algunos como algo personal y de lenguaje barroco, pero con pasajes brillantes. Su trabajo muy admirado por el poeta romántico inglés John Keats (que también aparece en La Edad de Oro en “Músicos poetas y pintores”) en especial en su famoso poema “On first looking into Chapman’s Homer”, donde en referencia a la obra de Homero, dice: “Yet did I never breathe its pure serene/ Till I heard Chapman speak out loud and bold…” Estos elementos hablan acerca de la agudeza de la crítica martiana y el valor de su recomendación que nos trae al presente al responsable de que la obra de Homero fuera conocida y difundida en el mundo de habla inglesa. No hay otras referencias a Chapman en el resto de la obra martiana.
Alexander Pope (1688-1744) aparece en “La Ilíada, de Homero” donde, en referencia a las traducciones de esta obra, leemos: “En inglés hay muy buenas traducciones, y el que sepa inglés debe leer la Ilíada de Chapman, o la de Dodsley, o la de Landor, que tienen más de Homero que la de Pope, que es la más elegante”. [21] Pope se menciona también en La Edad de Oro en “Músicos, poetas y pintores”. En la obra martiana hay algunas referencias a Pope. En “Recuerdos de “Nos Grands Poétes” de Strauss” hay un apunte que alude a dicha traducción. “Pour les anglais, Pope a traduit Homère en iambes rimés de cinq pieds…” [OC 15:453] En su cuaderno de apuntes número 18 aparece esta cita: “True ease in writing comes from art, not chance/ As those move easiest who have learned to dance…” [OC 21: 416] que es un fragmento de la segunda parte de An essay on criticism, de Pope publicado en 1711. En su traducción de “Antigüedades griegas y romanas” leemos: “Pope, que fue un gran poeta inglés, dijo esta frase, muy celebrada y repetida: “El estudio propio de la humanidad es el hombre””. [OCEC 20: 260-261] Se refiere Martí a la frase: “The proper study of mankind is man” que aparece en la Epístola II de An essay on man, moral essays and satires, publicada en 1732. Nota. En "La Ilíada, de Homero" Martí menciona dos traductores mas: Dodsley y Landor, cuya identidad está bajo investigación por lo que por el momento no aparecerán en este catálogo.
El filólogo, escritor y helenista alemán August Wolff Friedrich (1759–1824) se menciona en “La Ilíada, de Homero” cuando Martí valora algunas versiones del poema griego y recomienda su lectura. Al respecto dice: “El que sepa alemán, lea la de Wolff, que es como leer el griego mismo.” [21] Se refiere Martí a su traducción de la Ilíada de 1795 de la cual no hemos hallado ninguna copia. No hay otras referencias a este autor en el resto de la obra martiana.
El poeta francés Charles-Marie René Leconte de Lisle (1818-1894) se menciona en “La Ilíada de Homero”, cuando Martí presenta y valora varias traducciones de esta obra en una clara invitación a la lectura, y dice: “El que no sepa francés, apréndalo enseguida, para que goce de toda la hermosura de aquellos tiempos en la traducción de Leconte de Lisle, que hace los versos a la antigua, como si fueran de mármol." [21] La traducción al francés a la que se refiere Martí: Homère Iliade, es siempre objeto de mención cuando se aborda la polémica entre los dos tipos de traducción, ya que se le adjudica el mérito de haber relanzado el enfoque de la traducción libre frente a la literal, pero proponiendo al mismo tiempo una reconstrucción histórica de la sociedad, de las ideas y de la vida de los antiguos griegos. El mérito notable de Leconte como traductor es ampliamente reconocido al presente y confirma la agudeza de la recomendación de Martí. En la obra martiana hay varias referencias a este personaje. En El Partido Liberal de México el 28 de septiembre de 1890, dice de la poesía de Francisco Sellén: “No es la suya la eternidad sombría de Leconte de Lisle…” [OC 5:187] En sus fragmentos hay notas para escribir un libro sobre “CLÁSICOS (Un tomo) Los estudios griegos y latinos de Leconte-Shelling.” [OC 22:37] y “Un estudio: Poetas gráficos.[…] Contra poetas verbosos”, donde incluye a Leconte. [OC 22:74] En sus apuntes hallamos notas sobre el poeta y una estrofa de "Ganga", uno de sus Poèmes Antiques [OC 21:433]
El helenista, periodista, crítico literario y escritor español José Mamerto Gómez Hermosilla (1771-1873) se menciona en "La Ilíada de Homero", cuando Martí recomienda la lectura de algunas versiones en inglés y francés y aclara: "En castellano. mejor es no leer la traducción que hay, que es de Hermosilla; porque las palabras de la Ilíada están allí, pero no el fuego, el movimiento, la majestad, la divinidad a veces, del poema en que parece que se ve amanecer el mundo..." [21] La profesora Pilar Hualde Pascual, en su valoración de las traducciones de Homero en los siglos XIX y XX comenta que mientras en España se alababa la traducción de Hermosilla, José Martí en "La Ilíada, de Homero" –que emplea como una referencia académica– no manifiesta la misma opinión y explica su punto de vista: “Martí había cursado algo de griego en sus estudios de bachillerato y también había estudiado lengua y literatura griegas en la Universidad de Zaragoza, lo que le permitía conocer de primera mano los textos homéricos. Es tal vez en su encendida alabanza de la traducción francesa de Leconte de Lisle donde podemos encontrar la clave para interpretar la crítica referente a la traducción española. Es evidente la admiración de Martí por la estética parnasiana, de la que es primer exponente Leconte de Lisle. Éste, frente a la moda de traducción de los clásicos en verso imperante en España en este momento, traduce a Homero en una prosa poética que, al no ceñirse al encorsetado sistema de versificación, permite una mayor libertad creadora y facilita la fidelidad al texto griego. Para un escritor como Martí, que declara que "traducir es transpensar" [...] es explicable que invite a sus jóvenes lectores a aprender francés para poder deleitarse con la versión de Leconte de Lisle, algo que chocaría enormemente a sus contemporáneos españoles admiradores de Homero, empeñados en dotar a España de un sistema de estudios que recuperase la enseñanza de las lenguas clásicas en la escuela”.
En “La Ilíada, de Homero” se mencionan treinta personajes de la mitología griega. Veintiuno son humanos (algunos con ascendencia divina) representantes de los dos bandos en disputa. Los personajes griegos incluyen: Agamenón líder del ejército, su hermano Menelao rey de Esparta y su esposa Helena; los guerreros Aquiles el mayor de los héroes y su compañero Patroclo; Ajax, Diomedes, Eneas, Ulises y Néstor, que además es consejero; y Calcas el adivino. Los personajes troyanos incluyen: el rey Príamo y su esposa Hécuba, sus hijos, ambos guerreros: París el responsable del conflicto; y Héctor el héroe de Troya y su esposa Andrómaca; Pándaro el arquero, Sarpedón el más valiente de los reyes que vino a ayudar a Troya y Antenor, el consejero del rey Príamo. Se mencionan a Briséis la esclava de Aquiles; y Criséis la esclava de Agamenón, y de esta última a su padre Crisés. Nueve personajes son dioses. Apolo, Mercurio y Venus protegían a los troyanos. Juno, Minerva, Tetis y Vulcano, protegían a los griegos. Otros como Júpiter y Marte, parecen neutrales. Algunos de estos personajes se mencionan en otros artículos de La Edad de Oro. En "La última página" Martí retoma un grupo de ellos para enfatizar, con su estilo de contraponer actitudes, la fuerza del saber: "En los mismos tiempos de Homero, el que ganó por fin el sitio, y entró en Troya, no fue Ajax el del escudo, ni Aquiles el de la lanza, ni Diomedes el del carro, sino Ulises, que era el hombre de ingenio, y ponía en paz a los envidiosos, y pensaba pronto, lo que no les ocurría a los demás". [32] En “Músicos, poetas y pintores” cuando traduce a Samuel Smiles, menciona la estatua "... que el griego Praxiteles hizo del dios Apolo...” [57] También aparece Eneas cuando Martí dice: "A los diez años lamentó Tasso en verso su separación de su madre y hermana, y se comparó al triste Ascanio cuando huía de Troya con su padre Eneas a cuestas...” [60]
Algunos de estos personajes de la mitología griega tienen otras referencias en el resto la obra martiana. Muchos se mencionan, lógicamente, en sus traducciones griegas y romanas y otros en sus apuntes. No en pocas ocasiones Martí empleó en sus crónicas periodísticas los nombres de personajes de la Ilíada o hizo alusión a lAs virtudes o defectos universales que representan (valor, paciencia, gracia, beldad, sabiduría) para hacer retratos críticos de personalidades o situaciones de la sociedad. Andrómaca, que simboliza el amor conyugal y filial frente a la crueldad de la guerra, aparece en sus Escenas Norteamericanas en La Opinión Pública de Montevideo en 1889, cuando alude a "...lo que se querían Héctor y Andrómaca”. [OC 12:306] También la menciona como parte de un poema junto a su hijo Astiánax [OC 16:176] y al referirse a los hallazgos del arqueólogo Heinrich Schliemann en Grecia. [OC 23:228] En su artículo sobre el centenario de Washington escrito en Nueva York en abril de 1889, emplea la frase: “…con gracia de Apolo”. [OC 13:507] En La Opinión Nacional de Caracas de marzo de 1882, explica el cuadro del pintor francés Enrique Regnault donde aparece Automedonte el auriga de Aquiles y dice: “Eran caballos para que cabalgasen dioses -no como aquellos blancos caballos pacíficos que vio pastar Eneas al poner pie en tierra de Italia, y le parecieron nuncios de guerra…” [OC 14:412] En este mismo medio, en mayo, al comentar la emoción de un concierto celebrado en Nueva York dice: “Y se ve en aquella música de Berlioz […] cómo tiembla Eneas al contar a los troyanos como Laocoonte ha muerto…” [OC 9:313] En “Un baile en Nueva York” en La Nación de Buenos Aires de abril de 1888 el ideal de belleza de las diosas griegas apoya su crítica: "Más que el lujo impropio de la mayor parte de los trajes, era de notar, en el paseo de viudas acaudaladas, de esposas resplandecientes. de ilustres herederas, la degeneración, si no ausencia total, de aquella beldad de Diana y Juno de la mujer de Norteamérica..." [OCEC 28:50]
Con Mercurio, en La Nación de Buenos Aires, el 17 de febrero de 1886, ofrece una imagen de la agitación de la vida norteamericana: “Nadie se duerme, nadie se despierta, nadie está sentado: todo es galope, escape, asalto, estrepitosa caída, eminente triunfo. Es una procesión de ojos sedientos, montados sobre piernas aladas, –las piernas de Mercurio”. [OC 10:363] Cuando habla del millonario Jacob Sharp, en La Nación de Buenos Aires de 1887 utiliza la expresión: “Mercurio mismo no hubiera vuelto a Nueva York más aprisa…” [OC 11: 228] En el espectáculo de la carrera de resistencia que describe desde La Nación de Buenos Aires, en abril de 1888, Albert, uno de los contendientes: “…empuña a modo de talismán una varilla de ébano, como Mercurio el caduceo…” [OC 11:401] Néstor se menciona en las noticias sobre Estados Unidos en La Nación de Buenos Aires, de manera comparativa en su virtud de buen consejero. En octubre de 1888 hablando sobre el jurista y político estadounidense Allen Granberry Thurman, representante y senador por Ohio, leemos: "¿Cómo puede Thurman, el Néstor de los demócratas, soportar a su edad tantos viajes, peroratas y salutaciones?" [OCEC 29:195]. En octubre de 1889, comentando sobre el acaudalado banquero estadounidense Samuel Babcock, lo identifica como "...el Néstor de los potentados..." [OC 12:318] A "...la hermosura de Paris..." alude en La Opinión Pública de Montevideo en 1889 [OC(12:306] y en La Opinión Nacional de Caracas de abril de 1882, en su artículo dedicado a la muerte del educador y poeta Henry Wadsworth Longfellow, leemos: "Quería que se viviese como Héctor, y no como París, que se viviera sin ira, y con agradecimiento; y que se supiese cuánto hay de hermoso en el dolor, y en la muerte, y en el trabajo”. [OC 18:230] Las investigaciones sobre las ilustraciones de La Edad de Oro revelan que las imágenes de “La Ilíada, de Homero” provienen de alguna edición del libro The illustrated history of the world for the English people. Para profundizar en los personaje de “La Ilíada de Homero” remitimos a la Edición Crítica del Centro de Estudios Martianos.
El escultor, ilustrador y dibujante inglés John Flaxman (1755-1826) no se menciona en La Edad de Oro pero la tercera ilustración de “La Ilíada, de Homero” que tiene como pie “Combate griego” [21] pertenece a su libro de 1882 Compositions of John Flaxman, Sculptor: Being Designs in Illustration of the Iliad of Homer donde aparece como Lámina 12 con el siguiente pie: “Diomed casting his spear against Mars”. Los dibujos de Flaxman tuvieron gran difusión y fueron utilizados en muchas obras sobre los poemas homéricos. Las investigaciones sobre las ilustraciones de La Edad de Oro revelan que la imagen que aparece en "La Ilíada de Homero" proviene de alguna edición del libro The illustrated history of the world for the English people donde Martí encontró las ilustraciones que manejó para ilustrar este artículo, como editor gráfico de su revista. Este artista ha sido reconocido por sus excelentes dibujos sobre temas épicos de los poemas de Homero la Ilíada y la Odisea donde se destacan la gran fineza en sus líneas con un estilo de escultura muy simple y lineal, sin mucha ornamentación. La aparición de una muestra de su obra lo convierte en un personaje a integrar en la galería de artistas de La Edad de Oro. Seis de sus dibujos ilustran a los personajes de la mitología griega en este catálogo.
En “Un juego nuevo y otros viejos” Martí se adentra extensamente en el tema de la religión apoyado en una lámina de los niños griegos y la diosa Diana. "En la lámina están unas niñas griegas, poniendo sus muñecas delante de la estatua de Diana, que era como una santa de entonces […] y a esta Diana le rezaban las niñas […] Nunca hubo Diana ninguna, por supuesto. Ni hubo ninguno de los otros dioses a que les rezaban los griegos en versos muy hermosos y con procesiones y cantos. Los griegos fueron como todos los pueblos nuevos: que creen que ellos son los amos del mundo, lo mismo que creen los niños; y como ven que del cielo vienen el sol y la lluvia, y que la tierra da el trigo y el maíz, y que en los montes hay pájaros y animales buenos para comer, les rezan a la tierra y a la lluvia, y al monte y al sol y les ponen nombres de hombres y mujeres, y los pintan con figura humana, porque creen que piensan y quieren lo mismo que ellos, y que deben tener su misma figura. Diana era la diosa del monte." [25]. Complementa así el tema del juego, que es el asunto de la narración con el tema de la religión. Aprovecha su alusión a Diana para concluir con una nota de cultura universal al decir: “En el museo del Louvre de París hay una estatua de Diana muy hermosa, donde va Diana cazando con su perro, y está tan bien que parece que anda. Las piernas no más son como de hombre, para que se vea que es diosa que camina mucho”. [25] En el Museo del Louvre hay varias representaciones escultóricas de Diana, pero la que se ajusta a la descripción de Martí, es la única acompañada por un perro llamada “Une nymphe de Diane” del escultor francés Anselme Flamen adquirida en 1877. Probablemente pueda haberla visto en su visita cuando escribió: “He sentido dentro de mi alma frotarme algo, en el Louvre, ante los medios tintes de Murillo”. [OC 22:285] Hay varias referencias a Diana en su obra.
El guerrero francés Jean Colin-Maillard (siglo X) se menciona en "Un juego nuevo y otros viejos" cuando Martí explica el origen del juego de la gallina ciega: "La gallina ciega no es tan vieja, aunque hace como mil años que se juega en Francia. Y los niños no saben, cuando les vendan los ojos, que este juego se juega por un caballero muy valiente que hubo en Francia, que se quedó ciego un día de pelea y no soltó la espada ni quiso que lo curasen, sino siguió peleando hasta morir: ése fue el caballero Colin-Maillard". [26] Este ejemplo de valentia le permite crear el contraste con los juegos de Enrique III y lanzar su crítica contra las tiranías. No hay otras referencias en la obra martiana.
Los reyes de Francia, Enrique III (1551-1589) y su sucesor Enrique IV (1553-1610), se mencionan ambos en "Un juego nuevo y otros viejos" como parte de la historia de los juegos a través del mundo. Aprovechando el ejemplo de valentía del caballero Collin-Maillard que acaba de relatar se apoya en un grabado del ilustrador francés Alphonse de Neuville y acusa: "Lo que no parece por cierto cosa de hombres es esa diversión en que están entretenidos los amigos de Enrique III, que también fue rey de Francia, pero no un rey bravo y generoso como Enrique IV de Navarra, que vino después, sino un hombrecito ridículo, como esos que no piensan más que en peinarse y empolvarse como las mujeres, y en recortarse en pico la barba. En eso pasaban la vida los amigos del rey: en jugar y en pelearse por celos con los bufones de palacio, que les tenían odio por holgazanes, y se lo decían cara a cara. La pobre Francia estaba en la miseria, y el pueblo trabajador pagaba una gran contribución, para que el rey y sus amigos tuvieran espadas de puño de oro y vestidos de seda". [26] En La Opinión Nacional de abril de 1882 donde comenta el libro Resumen de la Historia de Francia de la escritora Athanaïs Mialaret Michelet, esposa del ensayista, historiador, filósofo y traductor francés Jules Michelet , dice que allí están "...las ambiciosas tentativas y proezas belicosas y políticas de Enrique IV..." [OC 23:272] No hallamos otras referencias.
El pintor español Eduardo Zamacois y Zabala (1841-1871) se menciona en "Un juego nuevo y otros viejos", cuando Martí dice: “Uno de los cuadros más tristes del mundo es el cuadro de los bufones que pintó el español Zamacois. Todos aquellos hombres infelices están esperando a que el rey los llame para hacerle reír, con sus vestidos de picos y de campanillas, de color de mono o de cotorra.” [26] La referencia se inserta en un contexto de crítica social aprovechando el carácter satírico de la propia obra de Zamacois. En la obra martiana hay numerosas referencias a este artista. En “La Galería Stebbins” en The Hour de Nueva York del 13 de abril de 1880, escribe: “Su “Bufón de la Corte” es un luminoso pedazo de color. Sentado sobre una cama, vestido en escarlata de Mefistófeles, el bufón toca una guitarra. Un rayo de sol cayendo por la ventana envuelve el miserable cuartucho; la figura del hombre, la cama y la alfombra son una llama de fuego.“ [OCEC7:72] En su semblanza de la vida y obra de Zamacois en The Sun de Nueva York, del 30 de octubre de 1881 dice: “Los bufones del siglo XVI es un cuadro maravilloso. Se ve la antecámara del rey Enrique III. El instinto crítico del pintor se manifiesta en la torpeza física de estos hombres inteligentes. Casi todo el mundo ha visto esa obra, y los que la vieron no la podrán olvidar. Las caras hablan. Los ojos se humedecen ante ese cuadro en el que sonríen hasta los colores". [OCEC7:421] En La Nación de Buenos Aires, el 7 de mayo de 1886, escribió: “…un bufón de Zamacois, que saca la cabeza a casi todos los pintores modernos…” [OCEC23:89] y el 22 de junio de 1887 vuelve al tema: los “Bufones” de Zamacois, verde uno, blanco otro, otro rojo, otros en todo el fuego de la luz, otros en un rincón sombrío, y el cuadro entero, salpicado de enanos, piernas colgantes y jorobas, hecho a una luz que acusa y quema, como el infierno de aquellas tremendas almas”. [OCEC25:296]
El pintor español Mariano Fortuny y Marsal (1838-1874) se menciona en el artículo "Un juego nuevo y otros viejos", cuando Martí dice: “Los moros tienen una fiesta de caballos que llaman la "fantasía". Otro pintor español ha pintado muy bien la fiesta: el pobre Fortuny. Se ve en el cuadro los moros que entran a escape en la ciudad, con los caballos tan locos como ellos, y ellos disparando al aire sus espingardas, tendidos sobre el cuello de sus animales, besándolos, mordiéndolos, echándose al suelo sin parar la carrera, y volviéndose a montar. Gritan como si se les abriese el pecho. El aire se ve oscuro de la pólvora.” [27] Posiblemente se esté refiriendo Martí al cuadro de Fortuny conocido como Corrida de la pólvora (1863) que se asemeja a la descripción de La Edad de Oro. En la obra martiana hay numerosas referencias a Fortuny, incluida dos semblanzas sobre el artista. La primera: “Fortuny”, es corta y enfocada en su maestría y alguna de sus obras. Se publicó en The Hour de Nueva York el 20 de marzo de 1880, donde leemos: “Mariano Fortuny ha sido el colorista más audaz y el genio más romántico y de más clara visión entre los pintores modernos […] pintó más y mejor que ningún otro artista de su tiempo […] merece ser admirado; fue el creador de una escuela de pintura y presentó muchos asuntos especiales con una destreza admirable […] Su luz nos ciega. Todo es sorprendente y maravilloso en él…” [OCEC7:50-51] En sus fragmentos asociados a esta reseña leemos: “Las lágrimas agradecidas, por el bien que de la contemplación de la obra recibía, se me han saltado de los ojos ante el boceto de La batalla de Wad-Rass de Fortuny”. [OCEC7:18] La segunda semblanza, publicada el 27 de marzo de 1881 en The Sun como “Mariano Fortuny” es una completa biografía desde su infancia hasta su muerte, que concluye: “De esta suerte vivió y murió el más original, el más humano de los pintores modernos, y uno de los más excelsos y elegantes de todos los tiempos. De la naturaleza sonriente y clara es el pintor del siglo”. [OCEC7:406]
Hernán Cortés Monroy Pizarro Altamirano (1485-1547) el aventurero conquistador, capitán general español que lideró –con maña genocida– la conquista de México, tiene varias apariciones en La Edad de Oro. En "Un juego nuevo y otros viejos" Martí comenta: “Tenían juegos muy lindos los indios de México. Eran hombres muy finos y trabajadores, y no conocían la pólvora y las balas como los soldados del español Cortés…” [28] Complementa así, con el tema del juego, que es el objetivo esencial del artículo, su mensaje anticolonialista. En “Las Ruinas Indias” vuelve a mencionarlo: "De Cholula, de aquella Cholula de los templos, que dejó asombrado a Cortés, no quedan más que los restos de la pirámide de cuatro terrazas, dos veces más grande que la famosa pirámide de Cheops". [53] Una idea similar había expresado en la Revista Universal de México de enero de 1876: “¿Quién no conoce al fértil Coyoacán, antes morada de Cortés, y hoy pueblo abandonado y derruido…?" [OCEC 2:261] En sus comentarios de la exhibición de cuadros americanos de La Nación de Buenos Aires en junio de 1885 habla del cuadro del pintor mexicano Manuel Ocaranza que muestra a “…los matadores de Cholula, cubiertos de hierro…” [OCEC 22:103] cuyo tema es la masacre perpetrada el 19 de octubre de 1519, por los españoles al mando de Cortés, ante la negativa de los habitantes a entregarles víveres. En sus borradores del poema "Patria y Libertad" leemos “—Aunque valiente y hazañosa/ Traición fue la de Hernán!—" [OCEC 5:167]
En "Un juego nuevo y otros viejos", que habla de juegos y juguetes, como muestra de una identidad universal humana que nos ha llevado a jugar a las mismas cosas en el tiempo y en el espacio, aparece este personaje infantil cuando Martí, al cierre, interrumpe su narración y dice: “…pero eso […] será para otro día. Porque con los cuentos se ha de hacer lo que decía Chichá, la niña bonita de Guatemala: –¿Chichá, por qué te comes esa aceituna tan despacio?-Porque me gusta mucho." [28] No hemos encontrado datos del personaje en la literatura infantil de Guatemala ni en el resto de la obra martiana.
El ilustrador académico francés Alphonse de Neuville (1835-1882) no se menciona en La Edad de Oro, pero su firma se reconoce en la segunda ilustración de "Un juego nuevo y otros viejos" que dice: "Enrique III y sus bufones jugando al boliche" [26]. La imagen muestra cinco figuras en la cámara real: dos caballeros, dos bufones y el propio rey. Al parecer, Martí la tomó del tomo 3 del libro L’histoire de France del historiador francés François Guizot. La ilustración muestra un rey indolente, entregado con sus amigos y bufones a modas y entretenimientos vanos. Martí la cita cuando en su descripción de juegos cuenta la historia del caballero francés Jean Colin-Maillard y aprovechando el contexto francés y este ejemplo de valentía, traslada a sus lectores a la situación social de Francia bajo la tiranía de Enrique III: “Lo que no parece por cierto cosa de hombres es esa diversión en que están entretenidos los amigos de Enrique III […] La pobre Francia estaba en la miseria, y el pueblo trabajador pagaba una gran contribución, para que el rey y sus amigos tuvieran espadas de puño de oro y vestidos de seda”. [26] En la obra martiana hay varias referencias a Neuville. En The Hour de Nueva York del 13 de marzo de 1880 dice que en la galería del señor Abner Harper: “Neuville y Detaille compiten con sus militares, y gana Neuville con su cuidada Vedette, donde la línea es tan perfecta como el color.” [OCEC7:47] y el 10 de abril, en su reseña de Eugene Fromentin, comenta. "El entusiasmo despertado ahora alrededor de […] los soldados de De Neuville..." [OCEC7:64] Desde La Opinión Nacional, el 9 de mayo de 1882, dice: “No hay casa francesa cuyos muros no adorne la copia de algunos de los cuadros de [...] Neuville.” [OC23:227] En La Nación de Buenos Aires el 8 de abril de 1888 al describir la galería de pintura del Club Union League destaca la presencia de "...los augustos soldados de Neuville..." [OCEC28:51]
El nombre del ilustrador francés Émile-Antoine Bayard (1837-1891) no se menciona en La Edad de Oro, pero la tercera ilustración de "Un juego nuevo y otros viejos" que dice al pie: “La danza del palo de Nueva Zelandia” [27] tiene su firma en el margen inferior izquierdo. Nuestra reciente investigación sobre la infografia de la revista martiana, revela que esta imagen aparece en el artículo del geólogo y naturalista austríaco Ferdinand de Hochstetter publicado en 1865 con el título "Voyage a la Nouvelle-Zélande", en la revista francesa de viajes Le tour du monde, con el siguiente pie: “Balançoire des guerriers néo-zélandais- Dessin de Émile Bayard d´après sir Georges Grey.” José Martí incorpora la imagen donde los negros neozelandeses se divierten con el peligroso juego del palo, después del grabado: “Enrique III y sus bufones, jugando al boliche” de Alphonse de Neuville, que había utilizado en su crítica contra la tiranía de Enrique III. Esta contraposición de imágenes –de la vanidad palaciega a la felicidad en la naturaleza– que rompe con la representación tradicional de la realeza se ve reforzada con la contraposición semántica, cuando comparativamente, dice: “Desnudos como están son más felices que ellos esos negros que bailan en la otra lámina la danza del palo”. [26] Este ilustrador fue contemporáneo con Martí. En su reseña sobre el pintor Raimundo Madrazo desde The Hour de Nueva York, el 21 de enero de 1888, habla Martí de “…la orgullosa fuerza de Bayard.” [OCEC 7:23] y en sus notas para redactar esta crónica escribió: "...esa pujanza soberbia de Bayard". [OCEC 730]
Protagonista del cuento de José Martí "Bebé y el Señor Don Pomposo". Al inicio del cuento Martí nos da su imagen: "Bebé es un niño magnífico, de cinco años. Tiene el pelo muy rubio, que le cae en rizos por la espalda, como en la lámina de los Hijos del Rey Eduardo, que el pícaro Gloucester hizo matar en la Torre de Londres, para hacerse él rey. A Bebé lo visten como al duquecito Fauntleroy, el que no tenía vergüenza de que lo vieran conversando en la calle con los niños pobres. Le ponen pantaloncitos cortos ceñidos a la rodilla, y blusa con cuello de marinero, de dril blanco como los pantalones, y medias de seda colorada, y zapatos bajos. Como lo quieren a él mucho, él quiere mucho a los demás. No es un santo, ¡oh, no!: le tuerce los ojos a su criada francesa cuando no le quiere dar más dulces, y se sentó una vez en visita con las piernas cruzadas, y rompió un día un jarrón muy hermoso, corriendo detrás de un gato. Pero en cuanto ve un niño descalzo le quiere dar todo lo que tiene: a su caballo le lleva azúcar todas las mañanas, y lo llama “caballito de mi alma”; con los criados viejos se está horas y horas, oyendo los cuentos de su tierra de África, de cuando ellos eran príncipes y reyes, y tenían muchas vacas y muchos elefantes: y cada vez que ve Bebé a su mamá, le echa el bracito por la cintura o se le sienta al lado en la banqueta, a que le cuente..." [29-32] No hemos hallado otras referencias de este personaje en la obra martiana, cuyo nombre proviene claramente de la novela francesa Une journée d´enfant.
En "Bebé y el Señor Don Pomposo" como parte de la descripción de su principal protagonista, leemos: "Bebé es un niño magnífico, de cinco años. Tiene el pelo muy rubio, que le cae en rizos por la espalda, como en la lámina de los Hijos del Rey Eduardo, que el pícaro Gloucester hizo matar en la Torre de Londres, para hacerse él rey." [29] Cuatro personajes de la realeza británica están involucrados y relacionados en la historia. Eduardo V príncipe de Gales (1470-1483) y su hermano Ricardo de Shrewsbury, duque de York y de Norfolk (1473-1483), los hijos del rey Eduardo IV de Inglaterra (1442-1483), a quienes el duque de Gloucester (1452-1485), su tío y supuesto protector, encerró en la Torre de Londres, declaró hijos bastardos y eliminó en una maniobra que lo llevó a la corona como Ricardo III de Inglaterra. Este hecho fue plasmado en el cuadro del pintor francés Paul Delaroche que mostramos, y que menciona Salvador Arias en La Edad de Oro: Un proyecto martiano esencial cuando destaca que esta innecesaria alusión al asesinato de los príncipes, como podrían pensar algunos, encierra toda una intención al tocar el tema de la muerte que viene además a reforzar el carácter de justicia social que subyace en el cuento.
En “Bebé y el Señor Don Pomposo” leemos: “A Bebé lo visten como al duquecito Fauntleroy, el que no tenía vergüenza de que lo vieran conversando en la calle con los niños pobres. Le ponen pantaloncitos cortos ceñidos a la rodilla, y blusa con cuello de marinero, de dril blanco como los pantalones, y medias de seda colorada, y zapatos bajos”. [29] Un retrato de la condición social de Bebé y la grandeza de su pequeño corazón infantil, que hace referencia al protagonista de Little Lord Fauntleroy de la autora anglonorteamericana Frances Hodgson Burnett, novela que trata del significado de la verdadera nobleza. Fue publicada en una serie en 1885 en la revista infantil St. Nicholas y más tarde como libro, con ediciones en 1886 y 1889. Trata lo que acontece en la vida de Errol Cedric, un niño honesto, bondadoso y carismático, con un gran amor por su madre, cuando se descubre que es el heredero de una corona ducal británica. Martí tenía referencias de su autora desde 1882, como vemos en La Opinión Nacional de Caracas de enero, donde comenta: “Ahora brilla entre los norteamericanos una joven escritora, ingenua y amable […] Se llama la novelista, que es al mismo tiempo excelente autora dramática, Francisca Hodgson Burnett: es nombre que debe conservarse, porque se hará ilustre”. [OCEC 12:174] También conoció de su libro porque en sus noticias sobre la Pascua en los Estados Unidos de La Nación de Buenos Aires de febrero de 1888 menciona entre los regalos que una madre prepara “el libro, el Principito Fauntleroy”. [OCEC 27:153] “Bebé y el Señor Don Pomposo” se publica en julio de 1889 en fecha cercana a las presentaciones en el teatro de Broadway de Little Lord Fauntleroy, una obra protagonizada por la actriz infantil Elsie Leslie (cuyo retrato mostramos), de la cual dijo Martí ese mismo año, en febrero desde El Partido Liberal de México y en marzo desde La Nación de Buenos Aires: “...es un gusto del alma, una dedada de miel, un criavirtud, en que una actriz de doce años, una niña de crespos rubios, hace de duquecito, de duquecito liberal y de buen hijo, en tres actos de mucho parlamento, con gracia y perfección que en vano emulan los actores encanecidos en las tablas…” [OCEC 31:88 y 100-101]
Luisa, el aya francesa es parte importante del acomodado mundo de Bebé. La conocemos como su criada francesa a quien “le tuerce los ojos […] cuando no le quiere dar más dulces...” Es quien le lee cuentos como el “… del gran comelón que se murió solo y se comió un melón”. Aparece en cómplice relación con Don Pomposo, quien: "…abrió una gaveta que olía a lo que huele el tocador de Luisa…” [30] Al final del cuento, cuando Bebé decide regalar el sable a su primo “levanta la cabeza poquito a poco, para que Luisa no lo oiga…” [30] y aprovecha que “…Luisa se ha ido a su cuarto a ponerse olores…” [31]
En “Bebé y el Señor Don Pomposo” Raúl es el primo de Bebé que ha quedado huérfano y al parecer la madre de Bebé lo ha adoptado. Los dos niños viven y comparten juntos. Martí lo retrata como “el pobre Raúl, que no tiene el pelo rubio, ni va vestido de duquecito, ni lleva medías de seda colorada”. Más adelante las oposiciones binarias que ambos representan se acentúan cuando Bebé recibe con halagos el sable dorado, se pregunta quién se ocupa de Raúl y la respuesta es un rotundo: “Nadie, nadie: Raúl no tiene mamá que le compre vestidos de duquecito: Raúl no tiene tíos largos que le compren sables”. [30]
Don Pomposo es el tío de la madre de Bebé, a quien visita acompañada de él y su primo Raúl. Según Martí es "...un señor muy flaco y muy estirado..." Bebé en sus pensamientos lo describe: “¡Qué largo, qué largo el tío de mamá, como los palos del telégrafo! ¡Qué leontina tan grande y tan suelta, como la cuerda de saltar! ¡Qué pedrote tan feo […] ¡Y a mamá no la dejaba mover […] y le hablaba como dicen que les hablan a las reinas!" Y a él "...le dio muchos besos, unos besos feos, que se le pegaban a la cara, como si fueran manchas [...] al pobre Raúl, ni lo saludó”. [30] La actitud vanidosa y aduladora de Don Pomposo hacia el hijo de su sobrina rica, a quien regala un sable lujoso; y su desprecio al primo pobre, acentúa, las oposiciones binarias en la posición social que ambos representan y establece diferencias entre los adultos si lo comparamos con la madre que, pese a su condición social, no le gustan los tratos especiales porque “es buena”. [30]
El ilustrador francés Adrien Marie (1848-1891) y su obra son de gran interés para quienes se acerquen al estudio de La Edad de Oro. En la revista lo conocemos en el sumario de agosto cuando Martí presenta: “Nené traviesa: Cuento con cinco dibujos de Adrien Marie.” Se trata de una viñeta (con un libro y un tintero) y cuatro retratos de niñas en diferentes posiciones y actitudes que describen el comportamiento de Nené en relación con el libro prohibido: desde la curiosidad hasta su destrozo. Ninguna tiene firma. Adrien Marie no vuelve a ser nombrado en La Edad de Oro, ni tiene referencia alguna en la obra martiana. Sin embargo, en La Edad de Oro, todos los grabados de los cuentos de José Martí, su poema “Los zapaticos de rosa” y el sumario de octubre son dibujos de Adrien Marie, según explica el libro Las ilustraciones de La Edad de Oro. Martí las seleccionó de la novela de 1889 Une journée d’enfant del periodista y escritor francés Henri Demesse quien puso textos a los dibujos de su coterráneo. Por la importancia de este libro en el año 2021, en el 130 aniversario de la muerte del ilustrador francés publicamos una edición casi facsimilar bajo el título El día del niño, primera versión en español de la novela francesa, así como una biografía ilustrada. En una investigación posterior, comparamos los textos de Une journée d’enfant con los de los cuentos y poemas de La Edad de Oro y pudimos demostrar que la novela francesa fue para Martí –además de una cantera gráfica– una fuente de datos donde halló información o ideas para nombrar y dar apariencia física a sus personajes infantiles; establecer sus gustos y preferencias; recrear los escenarios donde viven, pasean y juegan; o personificar a los adultos que los rodean y sus relaciones.
El grabador en madera y artista gráfico francés Clément-Édouard Bellenger (1851-1898) no se menciona en La Edad de Oro ni aparece en ninguna parte de la obra martiana. Sin embargo, en la ilustración del sumario del número de octubre que tiene como pie “¡Buenos días, mamá!” [97] son visibles las firmas del dibujante Adrien Marie a la izquierda y del grabador Clement Bellenger a la derecha (que mostramos en nuestra imagen), lo cual convierte a este último en un artista presente en la revista martiana. La firma de este grabador también puede notarse en igual posición en la ilustración que aparece en el cuento “Bebé y el Señor Don Pomposo” con el pie “Hasta mañana, Bebé” [31] y en la segunda ilustración del cuento “Nené traviesa”. [47] Estampar juntas en el grabado las firmas del ilustrador y el grabador era una práctica bastante común. En nuestro estudio sobre las ilustraciones de La Edad de Oro este elemento ayudó a identificar, entre las varias ediciones de libros de dibujos de Adrien Marie, que la fuente gráfica de José Martí para La Edad de Oro había sido precisamente la novela francesa para niños de 1889 Une journée d´enfant escrita por el novelista francés Henri Demesse (que hemos traducido como El día del niño) con dibujos de Adrien Marie y grabados de Clement Bellenger.
En "La última página", que cierra el número de julio de La Edad de Oro, leemos: "El que tenga penas, lea las Vidas Paralelas de Plutarco que dan deseos de ser como aquellos hombres de antes, y mejor, porque ahora la tierra ha vivido más, y se puede ser hombre de más amor y delicadeza". [32] Conocemos así al historiador, biógrafo y ensayista griego Plutarco de Queronea (46-120 d.C.) y su libro Vidas paralelas, que contiene una serie de biografías de griegos y romanos ilustres, agrupados en parejas, a fin de establecer una comparación entre sus vidas, sus acciones y sus actitudes desde una perspectiva moral, como se ilustra en la imagen que mostramos que es un fragmento de la página del título de la traducción de 1657 del libro de Plutarco. La recomendación del libro a su audiencia infantil –aun cuando no se trata precisamente de un libro para niños– es una clara demostración de la importancia que Martí concede a este texto. Dan fe de ello, además, las varias referencias al personaje y su obra en sus artículos sobre Estados Unidos en La Nación de Buenos Aires en noviembre de 1887 [OCEC 26:185] y abril de 1889, [OCEC 31:165] en memoria de José María Heredia en El Avisador Cubano de Nueva York de julio de 1888, [OCEC 29:119] sobre la Liga de Nueva York en Patria, el 4 de noviembre de 1893 [OC 5:267] y en su traducción de Antigüedades Romanas. [OCEC 20:170] Plutarco también se menciona en uno de sus cuadernos de apuntes. [OC 21:367]
En La última página conocemos al abuelo Andrés cuando Martí se despide diciendo: “Y de cuando en cuando nos hará aquí una visita El Abuelo Andrés, que tiene una caja maravillosa con muchas cosas raras, y nos va a enseñar todo lo que tiene en La Caja de las Maravillas". [32] No hemos hallado otras referencias de este personaje en la obra martiana, pero si hay algunos apuntes sobre los abuelos. En abril de 1878 en “Libros nuevos” habla del libro El arte de ser abuelo de Víctor Hugo y de la preocupación por sus dos nietos. [OCEC 5:296] En "Poetas españoles contemporáneos" en The Sun de Nueva York de noviembre de 1880 presenta a Don Ramón de Campoamor que “…escribe a manera de abuelo, y tiene derecho para hacerlo. Guarda siempre un amable apretón de manos y un amistoso consejo para todos”. [OCEC 7:346] Andrés alude a la bondad de los abuelos y al caudal de lecciones y vivencias que con tanto amor suelen entregar a los más pequeños. Lamentablemente, no tuvo Martí tiempo de enseñarnos lo que escondía este abuelo en su caja maravillosa.
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